jueves, 17 de diciembre de 2009

Estadísticas

Estos últimos días veo más tele que de costumbre, más noticieros y programas de discusión política. También algunos de interés general, que en realidad en lo único que se interesan es en la vida de los famosos; son bastante burdos pero he llegado a desarrollar una particular afición a estos programas.
Es curioso como en la tv de todos los días se habla de la gente en estadísticas. Quiero decir, y es obvio que no he descubierto la pólvora, hablan de personas, pero como si éstas estuvieran lejos, no existieran o fueran sólo un recuerdo.
Se habla de porcentajes de desocupación, de porcentajes de tal o cual enfermedad, de porcentajes de audiencias, de votos, de fans, de muertos, hasta de desnutrición, todo en la misma bolsa y por el mismo precio. La persona-porcentaje, número, estadística.
No hay que ser un iluminado para darse cuenta de que lo que a uno le pasa es intransferible, sea una enfermedad, una muerte, un robo o un despido del trabajo. Las tragedia personal, única y dolorosa, se transforma en un número y entonces suena menos trágico que muera un solo bebé por desnutrición.
Todos pasamos grandes dolores, y por más que los compartamos, nadie puede sentirlos por nosotros o suplantarnos en ese momento. No es menos dramática la pérdida de un hijo, a la muerte de un hermano o un padre. Sólo lo sabe el que ha estado ahí.
Por eso es terrible la banalización de los medios sobre todo. La tragedia humana no lo es menos por convertirse en un número que los políticos dan para hacernos ver que hacen su trabajo.
Dicen que los nenes en África mueren como moscas. Pienso en el dolor de la madre, también enferma, sin poder salvar a su hijo; y la estadística ya no lo es más, es un drama único e irrepetible. Un enfermo de cáncer terminal. Un incendio. Una inundación. Un terremoto. Un accidente. Son todas personas, que aman, amadas. Suena tonto y simplista. Prefiero seguir pensando de manera simplista a alejar el dolor de mí convirtiéndolo en un número.