miércoles, 17 de marzo de 2010

Muerte en la ciudad

Somos rápidos para juzgar, juzgamos con la misma celeridad una muerte, un programa de televisión o la economía. No importa a quién se pase por arriba, así se arrase con los sentimientos y la vida del más débil, todo es materia opinable.
Un pibe se muere. Nadie sabe bien cómo ni porqué, y hasta hace dos minutos nadie tenía noticias de quién era, pero dos minutos más tarde en el almacén ya todos nos doctoramos en psiquiatría y podemos opinar de cómo pegan las drogas en los jóvenes y porqué los padres no tenían una relación tan estrecha con este pobre tipo.
En la televisión la carnicería es peor, sé que ya tendría que estar acostumbrada a todo esto, pero si hay algo que gracias al cielo no pierdo es la capacidad de asombro, y en este caso es mucha. No puedo creer cómo destripan la vida de alguien en cámara con especialistas de toda índole, hablando de vida licenciosa, de amigos poco confiables y de padres abandónicos. Sé que eso es lo que vende en la tele, pero qué cosa morbosa nos hace seguir el juego, seguir mirando embobados la pseudoradiografía de una vida y luego seguir en el laburo, en la fila del super o en el banco.
Voy sentada en el bondi escuchando estas conversaciones, y mientras trato de inútilmente de abstraerme pienso en el chico, viviendo su vida, tranquilamente, siendo igual y diferente a todos, como todos somos de iguales y diferentes. El dolor de una vida que se va queda empañado por toda este circo caníbal en que nos vemos encantados de estar. Me pregunto que oscuros secretos se develarían o se inventarían si la tragedia me pasara a mí, o al vecino de al lado, al colectivero, o a cualquiera...

domingo, 24 de enero de 2010

Comentarios

Paso mucho tiempo del día leyendo noticias online. Muchos diarios, revistas, portales de noticias, diferentes puntos de vista de miles de cosas. Hay algo sin embargo que me molesta desde que adquirí el hábito, y son los comentarios. Una cosa son los comentarios bloggeros, siempre bien intencionados, donde muchas veces se genera un diálogo entre los comentaristas fluido y nutriente. En cambio en las noticias la gente comienza una guerra, en las que por tener un enemigo invisible, pareciera más fácil de ganar.
No se trata ya de comentar una noticia y disentir con el punto de vista del otro, se trata de desacreditar al otro sin importar lo que dice ni porqué.
En algunos casos se pueden leer insultos, agresiones, agravios. También se pueden leer agresiones contra los mismos autores de la nota, y en caso de no estar, en contra del medio que publica la noticia.
Supongo que antes de la web la gente insultaría con la misma facilidad, pero dentro de la privacidad de los hogares, tal como uno critica al vecino que saluda todos los días amablemente.
Particularmente esta práctica me aleja de comentar cualquier cosa en los diarios y portales de noticias, ni hablar de portales deportivos, ahí la razón no entra en el juego.
Es una lástima, ya que en muy contadas excepciones se pueden apreciar datos provistos por los comentaristas, y cualquier dato importante pasa desapercibido entre insultos y agresiones.
El principal objeto de toda la red, la comunicación, queda desvirtuado .
No estoy en contra del debate, que siempre es fructífero, sino en contra de la agresión gratuita, sobre todo contra alguien que no se conoce.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Estadísticas

Estos últimos días veo más tele que de costumbre, más noticieros y programas de discusión política. También algunos de interés general, que en realidad en lo único que se interesan es en la vida de los famosos; son bastante burdos pero he llegado a desarrollar una particular afición a estos programas.
Es curioso como en la tv de todos los días se habla de la gente en estadísticas. Quiero decir, y es obvio que no he descubierto la pólvora, hablan de personas, pero como si éstas estuvieran lejos, no existieran o fueran sólo un recuerdo.
Se habla de porcentajes de desocupación, de porcentajes de tal o cual enfermedad, de porcentajes de audiencias, de votos, de fans, de muertos, hasta de desnutrición, todo en la misma bolsa y por el mismo precio. La persona-porcentaje, número, estadística.
No hay que ser un iluminado para darse cuenta de que lo que a uno le pasa es intransferible, sea una enfermedad, una muerte, un robo o un despido del trabajo. Las tragedia personal, única y dolorosa, se transforma en un número y entonces suena menos trágico que muera un solo bebé por desnutrición.
Todos pasamos grandes dolores, y por más que los compartamos, nadie puede sentirlos por nosotros o suplantarnos en ese momento. No es menos dramática la pérdida de un hijo, a la muerte de un hermano o un padre. Sólo lo sabe el que ha estado ahí.
Por eso es terrible la banalización de los medios sobre todo. La tragedia humana no lo es menos por convertirse en un número que los políticos dan para hacernos ver que hacen su trabajo.
Dicen que los nenes en África mueren como moscas. Pienso en el dolor de la madre, también enferma, sin poder salvar a su hijo; y la estadística ya no lo es más, es un drama único e irrepetible. Un enfermo de cáncer terminal. Un incendio. Una inundación. Un terremoto. Un accidente. Son todas personas, que aman, amadas. Suena tonto y simplista. Prefiero seguir pensando de manera simplista a alejar el dolor de mí convirtiéndolo en un número.

lunes, 19 de octubre de 2009

Destino sin suerte

La gente dice que la vida tiene altas y bajas, idas y vueltas, que no hay que amargarse en época de vacas flacas porque ya vendrán tiempos mejores, y otras tantas (in)sensateces que andan pululando en el imaginario popular. En mi propia experiencia la época siempre ha sido mala, siempre con la vista clavada en el fondo del canasto, mirando la esperanza, que en algún momento pareció hacerme un guiño; tengo treinta y nueve, ya no le creo ni a la esperanza, ni a nadie más.
Alguien dirá por ahí que tal vez es una actitud cómoda, que jamás hice nada por cambiar las cosas, que me falta , que tengo que creer en mí, he escuchado tantos discursos de gente tan diferente que ya no los puedo diferenciar. Pero se equivocan, nadie más que yo ha tratado, ha martillado rogando a dios, ha probado distintos caminos, ha perseverado y nada, en absoluto, mi sino no cambió jamás.
También está aquéllo de que tus pasos están marcados, me negué a creerlo durante mucho tiempo, pero después tuve que aceptar que cuando las cartas están dadas y te tocaron las peores, aunque juegues perdés, podés tratar de divertirte jugando, pero si durante la partida interviene la muerte, el dolor y el abandono ya no es divertido, y te cansás, tanto que querés que se termine rápido, que no dure más.

martes, 22 de septiembre de 2009

feliz??printemps

Porqué no puedo ser feliz ni siquiera hoy???

viernes, 18 de septiembre de 2009

Personas como marcela

Hay algo en lo que nos tienen bien entrenados, eso que si alguien te hace algo el destino se encargará por sí mismo de darle su merecido.
No hablo de grandes villanos históricos, o de los terribles h de p de todos los días en los diarios; no, hablo de esas personas que nos arruinan la vida, o algún pedazo de esta y nosotros no podemos hacer más que llorar, putear o dar la espalda con elegancia, como quien no siente el dolor que nos infringen. Lo que nos hacen no es un delito, pero seguramente no es algo aceptado socialmente como lo que las buenas personas hacen, hablo de esa gente que por ejemplo, hace echar del trabajo a alguien, renunciar, pelear amigos y / o parejas; expertos en bajar autoestimas, jefes con el poder de ningunear o gritar, compañeros con el poder de unirse y destratar a otro.
Generalemente la víctima no se entera de quién o porqué lo hizo, y cuando lo hace, está tan herido o perdido que no puede preguntar, pero si lo hace, este tipo de personas, llamémosle victimarias; por no decir otra cosa, se hacen los otarios, es decir, no acusan recibo de lo que les preguntan y siguen sus vidas en busca de otra víctima con quien divertirse.
Hay quienes dicen que estas cosas pasan porque la persona victimizada gusta, tal vez inconscientemente, de el papel de víctima. No lo sé y no es lo que hoy me ocupa.
Conozco, desgraciadamente a los otros, los que hacen daño porque pueden, porque el otro no piensa igual, no viste como se supone, no lleva la vida que debería, y la lista sigue interminable y dolorosamente, porque los que sufren aguantan y los otros aplastan.
En mi primer trabajo, conocí dos chicas que se ufanaban de haber hecho renunciar a otra compañera porque era lesbiana, le hicieron la vida imposible y tuvo que irse, su justificación fue que no podían compartir el trabajo con alguien así.
En distintos lugares de mi vida, me topé con este tipo de personas, nunca entendí el hacer daño al otro simplemente porque pueden, lo pero del caso es que son iguales a uno, trabajan tienen hijos, deudas y miran la tele, simplemente les gusta hacer mal, porque sí, porque pueden. Mientras los demás nos contentamos con decir "todo vuelve", "ya te va a pasar lo mismo", y otras frases que solo tratan de consolarnos, porque sabemos que en realidad nada va a pasar, ellos siguen arrasando y los demás tratando de aguantar o esquivar sus golpes.
Muchas de estas personas triunfan en sus vidas, por eso digo que aquéllo que el destino se encargará de ellos es sólo para que las víctimas no se sientan tan mal y piensen que todo tiene un balance en este mundo, tenemos que convenir que no es así.
Toleramos la maldad, poca o mucha, a veces se puede hacer una denuncia , a veces sólo nos queda aguantar y llorar, o renunciar a la pelea, cualquiera que ésta sea y dejarlos que ganen para no morir en el intento.

martes, 11 de agosto de 2009

Los padres y las paredes


Escucho en la radio un reportaje, la persona dice " los padres son las paredes de nuestra vida ", la frase me pega, no puedo dejar de pensar en ella, la persona del reportaje tiene más de sesenta, y nada que ver conmigo ni con mi vida, pero lo entiendo, me pongo en comunión con él. Sé que ha perdido sus padres, y sé de su dolor. Entiendo la especie de laberinto sin luz de salida en la que se convierte la vida de uno sin los padres, esas paredes, esas carteles de luces que nos van diciendo, no por donde debemos caminar, pero si, que no estamos solos en el camino, que siempre, no importa qué, van a estar ahí, todas las veces que nos caigamos, que lloremos, que necesitemos volver a ser niños que se consuelan con una caricia en la cabeza y un Tatín.

Dónde ir a buscar consuelo si en nuestra vida ya no hay nada incondicional para nosotros, nada que sea un faro en la tormenta, nada. Las parejas, los hijos, los amigos, incluso los hermanos pueden desaparecer en la niebla de sus propias vidas y sus preocupaciones, sin embargo, para nuestros viejos seríamos siempre lo primero y lo último, aunque tengamos nietos.

Un padre está si tenés problemas de chico, de adolescente, de adulto y también esas macanas de muy adulto de las que no podemos salir sin una mano que nos extienda alguien que conoce nuestros mocos mejor que nadie.

Entonces en qué clase de naufragio sin Wilson, nos quedamos cuando se van? A quien le reclamamos o quien nos va a entender las lágrimas. Ya no hay incondicionales, quedamos adultos guachos para siempre, sabiendo que pase lo que pase, siempre estaremos solos de ahí en más.

No hablo de los padres que no actúan como tales aunque la biología diga que lo sean, hablo de ellos, esos que estuvieron siempre, y por más que nos digan que siguen estando, sabemos muy bien que no es así.

No puedo llegar a mi casa y decir - "hola pá"-, no puedo oir la risa, y ya nadie me puede explicar el universo para discutir y llegar juntos a una nueva y maravillosa idea.

Sé que tal vez todo esto suene egoísta, permítaseme un poco de egoísmo, otra de las maneras de recordar, quizá no la más sana, pero cuando no se tiene faros en el mar es difícil encontrar sentimientos nobles en medio de la tormenta.