viernes, 27 de febrero de 2009

Barcos

Estoy en el muelle, y el barco comienza a irse. Otros más. Los he visto partir tantas veces, durante años, sin animarme a subir, tengo en el bolsillo el pasaje y el pasaporte a cualquier lado. Pero no, el miedo, el pasado y lo que vendrá son un peso demasiado grande para dejarme mover; entonces me quedo parada, mirando una vez más el barco partir sin mí.
Sé que van a venir otros, más viejos o nuevos, mejor pintados, más desvencijados, con vidrios rotos, sin ventanas, transatlánticos y chalupas. Y muy dentro mío siento la necesidad de partir y la inmovilidad de mi cuerpo y alma.
Tal vez cuando el próximo zarpe me anime a subir y emprender el viaje.
Mientras miro este alejarse de a poco, recuerdo que sé nadar y de todas maneras no me costaría nada más que un poco de esfuerzo y agua en los pulmones.
Me tiro, y empiezo a nadar, está un poco lejos pero vale la pena salir de la tortura de la inmovilidad y del miedo.
Me canso pero sigo, una vez leí " enfrenta tu mayor temor y este desaparecerá ", mientras nado, voy rogando que así sea; porque cuando me suba al barco y emprenda el viaje no va a haber regreso.
Supongo que todo cambio vale la pena, o al menos eso espero, mientras miro la costa que me mira con nostalgia

domingo, 15 de febrero de 2009

Salvavidas de plomo

Es raro como uno se aferra a las personas o cosas que lastiman, dañan o terminan matándote.
Recuerdo haber estado como un tipo que me trataba como una basura, me insultaba, me rebajaba y yo seguía llamándolo por teléfono, rogándole que me diera un ratito más de su vida, como quien se aferra a un hierro caliente, porque piensa que si lo suelta se cae y se mata. Muchas veces al soltarse, sólo está la libertad, la paz, no es el vacío, sino otra oportunidad, una mejor.
Me pasó lo mismo con muchas otras cosas, trabajo, amistades que realmente no lo eran, hábitos, incluso ropa, ( esa que sabés que te queda realmente mal, pero que de algún modo te sirve de barrera para algo ).
Supongo que me sigo aferrandome a alguna que otra cosita dañina, sin darme cuenta ( totalmente ), pero sé, porque en mi mente y mi cuerpo han quedado las marcas, que tengo que soltarme cuando la pesadilla se vuelve realidad.

lunes, 9 de febrero de 2009

Sin envidia de una vez

En el bondi era sofocante el calor a la hora de la siesta, no daba más y parecía no llegar nunca adonde iba. Delante de mí iban sentadas dos chicas en sus veintes, lindas, iban o venían de la pileta hablando de novios, salidas, amigas etc. Por un momento nació dentro de mí ese sentimiento verdoso y feo, que nadie quiere admitir, la tan odiada envidia. Les envidiaba la juventud, la alegría, la perfección en sus cuerpos, la despreocupación. Envidiaba sobre todo la posibilidad que da un cuerpo hermoso de usar un vestido liviano, con breteles y colores vivos.
El calor me cocinaba los sesos, no ayudaban la camisa y pantalones de vestir, las sandalias apretadas y el maquillaje apropiados para una entrevista de laburo que necesito en forma urgente. Pero tuve un momento de lucidez, saqué el verdoso sentimiento de mi cabeza y comencé a pensar que no era lo que los demás tenían, era yo, todo el tiempo. Si ya sé, obviamente ya era hora de avisparme, pero a veces no se ve lo que está justo frente a nosotros.
Me dí cuenta que podía usar un vestido vistoso, sin importar la forma de mi cuerpo (obvio no para una entrevista laboral ), era más importante reír mientras podía, porque en menos de un segundo la vida cambia y uno envejece, enferma o muere, y sólo queda el tiempo que pasó y no disfrutamos, preocupados por boludeces que en realidad nos importaban nada más que a nosotros en nuestro interior.
Porque, a decir verdad, a nadie le va a importar si yo me pongo ojotas en lugar de sandalias de taco, si me pongo un solero a pesar de mis kgs. de más, y tampoco va a importar que de vez en cuando me ría, aunque sea de nada, y tal vez así, el trayecto hacia donde sea de mi vida, no sea tan sofocante e insufrible como el del bondi esta tarde, envidiando lo que no tengo, sin disfrutar de lo que sí.

sábado, 7 de febrero de 2009

Soren Kierkegaard

" La angustia siempre está vinculada con el futuro... Y cuando decimos que nos angustiamos por el pasado, estamos en el fondo haciendo referencia al futuro... Lo pasado que me angustia debe hallarse en una relación de posibilidad conmigo. Si me angustio por una desgracia pasada no me sucede así en cuanto pasada, sino en cuanto pueda repetirse, vale decir, en cuanto pueda hacerse futuro. "