viernes, 5 de diciembre de 2008

Tarde de calor, mucha gente amontonada en un shopping, uno de los pocos lugares con aire acondicionado. Recorro el lugar sin rumbo fijo, sin mirar, como corresponde a toda mujer las vidrieras, las ofertas, las novedades.
Me canso, me duele la cabeza, me quiero ir, sin embargo me quedo, no tengo adonde, ni tengo cuando, he quedado atrapada en el shopping, no puedo salir, no jugar el juego que juegan los que ahí adentro están.
Juego macabro, que no comparto ni nunca compartí. Esa es una de las cosas por las que fuí expulsada del paraíso de nuestra sociedad constituída.
No entro a saltar en la soga que todos saltan porque les dicen que es divertido. Me gustan mis propios juegos, mis propios momentos, libros y música.
Por eso fuí condenada al infierno de la soledad y también a veces la pobreza; porque uds. saben, para entrar a ese juego hay que laburar bajo las reglas que te imponen, horarios, gritos, órdenes, etc. Y a veces yo digo no, son esas veces en las cuales saludo a la pobreza y al hambre.
Después hago un falso pacto conmigo, consigo otro estúpido trabajo, trato de mantenerlo, y vuelta otra vez la calesita....
Odio los shoppings, podés hacer algo más que comprar, o mirar cómo compran?

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