martes, 18 de noviembre de 2008

Mujeres en oficina

Oficina, mujeres cobrando un salario pobre, en un empleo mediocre, y una vida al borde de la inexistencia. Cualquiera podría morir ahí, tratando de nadar en una ciénaga, tratando de razonar con seres cuya mayor aspiración es llegar a casa en el colectivo sentadas.
En la mayorá de los lugares de trabajo con mujeres la pesadilla es crónica. Competencia, celos, envidia, llevan a los comentarios de mierda que ni siquiera son terminados de pensar cuando salen de la boca a clavarse en el medio del pecho del que es menos odiado en ese momento.
Se enteran de los secretos mejores guardados, nadie sabe cómo. Saben el sueldo de los otros, y no vaya a ser cosa que cobres un peso más que ellas, porque además de ir a hacer todo el kilombo al jefe de turno, tratan de encontrar cuál es el siguiente error que cometas para decir que contratan inútiles.
No se puede faltar, ni por estar enfermo, ni por tener cosas que hacer, no hay nada que justifique faltar, andá a laburar, cagándote encima o con 40º de fiebre, no importa, si no vas es que no te ganás el sueldo.
Hablan como si supieran de cualquier tema, desde cocina hasta política internacional, y ni se te ocurra ser diferente; los homosexuales son enfermos, los morochos son negros, los flacos anoréxicos, los gordos, gente que come de vicio y no tiene voluntad, los que fuman merecen ser linchados en plaza pública. No podés ser diferente en ningún aspecto, si lo sos, " no sos ".
Lo único que podría salvarte de la esta inquisición moderna y chota es embarazarte, ahí se suavizan con vos, te hacen favores, bajan un cambio, tenés permisos que no tenías, pero sucede lo obvio, terminás siendo igual. O peor...


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